La pirámide asienta en su interior el fuego destructor y constructor del núcleo del planeta. El hombre, atrapado por el núcleo, sabe de conocimientos a los que no puede aspirar si no es sentado en la base de la pirámide, contemplando hacia el cielo, hacia alrededor, sabiéndose protegido y fuerte.
Las pirámides, además de la relación con el elemento fuego, conllevan la comunicación, el camino de la tierra (todo lo que recoge el ser humano) hacia el cielo; de lo material a lo espiritual, de lo carnal al alma. Concentrando, a medida que la consciencia asciende, toda la energía recabada por cada uno de sus pasos intermedios hacia el estado de no consciencia.
La pirámide no termina en su base, sino que continúa su camino hacia Oeste, Este, vuelve a la base y asciende para cerrar la línea y subir hacia arriba, bien alto.
Dicho de otra manera: el camino desciende al hombre, se eleva, mantiene su energía en esa zona a medio estar entre lo terrenal y lo espiritual; desciende una vez más y ya se eleva hacia el infinito, hacia el principio y el fin,
Y ése es el principal mensaje: Se nace, se crece, se expande, se muere, y se resucita, en el proceso interminable de la vida.
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